“UMMO” MUCHO MÁS QUE HUMO

Los casos de Sudáfrica (1952) y Curitiva (1954), que menciono en mi libro “El hombre que susurraba a los ummitas”, no son los únicos en los que se ha visto la famosa “H” en la panza de los ovnis.  En mis archivos figuran treinta encuentros con naves, o con sus tripulantes, en los que la referida “H” o algo similar, aparece por algún lado.

He aquí una selección de los mismos:

Dinamarca, 27 de abril de 1960

El testigo, cuya identidad no ha sido revelada, viajaba en su automóvil por la carretera que une las ciudades danesas de Slagelse y Naestved. A eso de las tres de la madrugada, cuan­do se encontraba a unos once kilómetros al sur de Slagelse, tuvo una extraña sensación: «Parecía como si alguien me vigilase.» El tiempo era bueno, aunque, en la zona, había algo de niebla y una ligera brisa.

< ¿Signo "ummita" en los trajes de los tripulantes observados en Dinamarca? (Dibujo de J.J. Benítez.)

Al dejar atrás el bosque que rodea el edificio principal de la hacienda «Gyldenholm», el conductor vio hacia el suroeste un círculo blanco muy brillante. «Se aproximó a gran velocidad y, en cuestión de tres o cuatro segundos, se colocó delante del automóvil. Entonces, luces y motor se apagaron. Me situé como pude a la derecha de la carretera y estacioné a cosa de seis metros del objeto. Tenía la típica forma de "platillo volante": dos bols unidos por la parte abierta, con una franja luminosa en el centro y una especie de "torreta" en lo más alto. En total, unos nueve metros de ancho por seis de altura. La nave era de un color verde grisáceo luminoso con tres ojos de buey en la "torreta".

    »Me quedé observando, perplejo, y vi cómo aparecían tres patas por la zona inferior. El ovni podía estar a tres o cuatro metros del suelo. Las patas se deslizaron hacia la tierra pero, antes de que la alcanzaran, surgió un gran cilindro, también por la panza del objeto. En el tramo final del cilindro descubrí una abertura cuadrada, como una puerta. En ese momento vi a cuatro personas que salían por dicha abertura. No tuve miedo. Pensé en salir del coche pero, prudentemente, permanecí en el interior, observando. Aquellos seres eran como niños. Ninguno medía más de un metro de altura. Avanzaron hacia el automóvil con movimientos lentos y elegantes, como los submarinistas bajo el agua. Yo estaba muy confuso. Los cuatro vestían igual: buzos de una sola pieza y de color verde brillante. En el pecho lucían tres franjas oscuras verticales; la del centro, más larga...»

Según el testigo, en esos instantes, mientras los pequeños seres se acercaban al coche, por la puerta del cilindro surgió un largo y grueso cable. Reptó hasta el automóvil y se detuvo a unos dos metros de la ventanilla derecha.

«El cable (?) terminaba en una pantalla cuadrada, con una lente blanca, redonda e iluminada. El cable sostenía la pantalla a un metro del suelo. Los "hombrecitos" rodearon el coche y fueron colocando algo extraño, parecido a linternas, en diferentes puntos del vehículo. Los rostros eran como los nuestros, aunque algo más achatados. Las bocas se movían, pero no oí ningún sonido, a excepción de un zumbido, similar al que producen los sistemas de alto voltaje. Después regresaron a la nave. Cable y patas desaparecieron, y el objeto se elevó a gran velocidad y desapareció hacia el suroeste.»

México, verano de 1964

Manuel Garza Rodarte y un compañero se encontraban cazando en las proximidades de Poza Rica de Hidalgo (estado mexicano de Veracruz). A eso de las seis y media de la tarde, cuando caminaban por un cerro, los perros regresaron asustados. Al levantar la vista, tratando de averiguar qué ocurría, descubrieron un disco plateado a unos ochenta metros de distancia y a escasa altura del suelo. La observación fue breve: escasos segundos. En la parte inferior, el objeto lucía una especie de «emblema» en forma de «H». Al cabo de ese tiempo, el ovni se alejó en horizontal. La «H» era grande y oscura, y destacaba sobre el plateado del disco. Según los testigos, ocupaba la totalidad de la panza. 

Isla de Andros (Bahamas), 21 de mayo de 1966

La presente información me fue facilitada inicialmente por mis buenos amigos Willy Smith y Virgilio Sánchez-Ocejo, veteranos investigadores.

Todo empezó hacia las tres de la madrugada en la isla de Andros, una base norteamericana de seguimiento de misiles situada a 250 kilómetros al este de Florida; un lugar de máximo secreto en aquel tiempo. De pronto, uno de los operadores de radar, cuya identidad no ha sido desvelada, observó una extraña luminosidad en el cielo nocturno. Al poco descubrió muy cerca, casi sobre su cabeza, una enorme nave con un símbolo en la parte inferior. Era como una «H». El ovni se encontraba inmóvil sobre un pequeño muelle y proyectaba un haz de luz cónico sobre un perro. El operador consiguió filmar el objeto y también otros dos aparatos que se aproximaron al lugar y que evolucionaron en torno al primero. El técnico llegó a filmar durante ocho minutos. Poco después, los militares confiscaron la película y se llevaron al perro. Dos operadores de una isla cercana declararon que, a esas horas, entre las tres y las cuatro de la madrugada, y durante ocho minutos, las pantallas de radar «quedaron en blanco», y no se registró ninguna imagen. Ambos técnicos fueron trasladados a otra base.

> El operador tomó 350 pies (106 metros) de película. La Marina de Estados Unidos la confiscó ese mismo día 21 de mayo de 1966. Las imágenes, según el técnico, eran perfectas. (Dibujo de J.J. Benítez.)

Años más tarde, por una de esas singulares «casualidades» (?) de la vida, el caso de la isla de Andros terminó por llegar a conocimiento de los investigadores y, finalmente, de la opinión pública. Fue en un programa de televisión, en Florida, cuando el matrimonio Ralph y Judy Blum mostraron en pantalla algunas de las fotografías del ovni captado en San José de Valderas (Madrid). Dichas imágenes habían sido incluidas en un libro de Blum (Beyond Earth: Man's Contact with UFOS, pp. 122-123), publicado en 1974. En tales fotografías, como se recordará, se observa un objeto con la ya familiar «H» en la panza. Pues bien, como consecuencia de este programa de televisión se recibió una llamada telefónica. El comunicante, que no quiso proporcionar su nombre, solicitó una entrevista con Ralph Blum. Cuando ambos se vieron, el desconocido exclamó: «¡Veo que, por fin, se han publicado mis imágenes!» Blum le hizo ver que aquellas fotos fueron tomadas en 1967 y en España. Fue entonces cuando el informador procedió a contar la historia que acabo de exponer y algo más...

     «... Ese día, 21 de mayo de 1966, teníamos previsto un gran lanzamiento. Allí, en la isla, estaban todos los «jefazos» de Alemania, Inglaterra, etc. Debían asistir a un AZROC, es decir, al lanzamiento de un cohete desde un submarino... Yo me encontraba en la cúpula por pura casualidad. Soy muy metódico, y me gusta preparar las cosas con antelación. Así que me fui para el observatorio y preparé la cámara... El lugar es conocido como Golden Cay, pero, para nosotros, en aquel tiempo, era únicamente el "emplazamiento número cuatro". Había siete emplazamientos... En esos momentos, entre las tres y las cuatro de la madrugada, yo estaba arrodillado, en la cúpula, tratando de organizarme. Había luz lunar. La cúpula se hallaba abierta y yo intentaba aprovechar la escasa claridad y la pequeña luminosidad de las luces laterales. Pero, de pronto, todo se iluminó como si fuera de día. Me asomé a la cúpula y, perplejo, vi aquella cosa... Estaba en posición horizontal, paralela a la cúpula y a cosa de nueve o diez metros, en el extremo del muelle. Allí estaba también Squib, nuestra mascota. Era un perrito muy torpe...

       »Al principio no vi esas marcas que usted me ha mostrado en las fotografías de Valderas, en Madrid. Sólo vi un disco... Puse el teodolito en manual y me preparé para los lanzamientos de las siete de la mañana. El teodolito, como sabe, es un instrumento de seguimiento con una cámara de 35 milímetros. Solamente seguimos misiles y torpedos... Al día siguiente repitieron la prueba y seguimos al SKIPJACK (el submarino atómico) durante dieciséis horas. ¡Dieciséis horas sentado, siguiendo su antena!... Todo se iluminó. Levanté la vista y, como les digo, aquella cosa estaba allí, enfrente de mí. El muelle era de cemento blanco, pero todo aparecía iluminado, incluido el interior de la cúpula y yo mismo. Yo no tenía ni idea de lo que ocurría... Al mirar, vi al perro. Caminaba hacia el extremo del muelle. Al llegar al final quedó como paralizado. No se movía. Fue entonces cuando me decidí a girar la cámara y la puse en manual, filmando. En total rodé unos 106 metros, de los 150 de que constaba la película. Durante ocho minutos el perro siguió inmóvil y sentado. Subía y bajaba la lengua al compás de la respiración. Después se quedó con la lengua colgando... Era muy extraño. El objeto siguió quieto, como clavado en el sitio, y sin prestarme la menor importancia. Sólo les interesaba el perrito. A mí debieron de verme. Tenía las luces encendidas y se oía perfectamente el zumbido del teodolito, al funcionar... Entonces decidí llamar al "emplazamiento uno". Los de comunicaciones me pasaron con seguridad. Yo les dije lo que estaba viendo, pero, prácticamente, me mandaron a paseo. Imagino que me tomaron por un juerguista. Yo, entonces, insistí sobre lo que estaba viendo y lo juré por Dios... Al decides que tenía una película, la cosa cambió. Me dijeron que subiera de nuevo a la torreta y que esperase su llamada por los auriculares. Entonces Rainbow 1 (Arco Iris 1) se comunicó con Rainbow 4 y volvieron a llamarme, anunciándome que enviaban un helicóptero. Debía tener la película preparada...

Un haz de luz partió del objeto principal e incidió sobre el perro. Squib quedó paralizado. A los tres días se lo llevaron en una jaula. (Dibujo de J.J. Benítez.)

»Para cuando se registró esta última llamada, los objetos ya no estaban. Fue al cabo de esos ocho minutos cuando, de pronto, oí un zumbido muy intenso. Entonces llegaron otros dos objetos, algo más pequeños. Se pusieron a los lados del grande y desaparecieron... No me dio tiempo a filmar a estos últimos... Squib echó a correr por el muelle, en dirección a la cúpula, y los tres aparatos se esfumaron. Todos tenían la misma marca en la base: una "H" como la de las fotos de Valderas... Los tres eran exactamente iguales. Del primero, del que permaneció quieto, salió una especie de haz luminoso que fue a incidir directamente sobre el perro. El pobre Squib no se movió. Recuerdo que bajé la cámara y lo filmé también. Era una luz blanca, como la de los faros de aterrizaje de los aviones, pero más potente...

»Hacia las 4.30 horas llegó el helicóptero. El piloto, un tal Dave, estaba muy enfadado por el madrugón. Bajó, recogió la película y se fue. Una hora después, hacia las 5.30, llegó un segundo helicóptero. Preguntaron por mí, me hicieron subir y me trasladaron al "emplazamiento uno". Allí me esperaba otra sorpresa: una reunión con almirantes y jefazos de la aviación, algo que me extrañó mucho, porque Andros era una base exclusivamente de la Armada... Me hicieron toda clase de preguntas y, finalmente, el jefe de la base me dio una orden: "Tienes que olvidar lo que has visto..." La siguiente orden fue que preparase mis cosas. Al cabo de una hora estaría en mi casa... Yo no entendía nada de nada. Me fui directamente a la sala de proyecciones e intenté ver la película. Otras veces, la gente que trabajaba en aquel departamento me habían mostrado las películas sin ningún problema. Pues bien, en esta ocasión no me permitieron ni entrar en la sala...

Hidalgo e isla de Andros, dos avistamientos ovni con la "H" en la panza, anteriores al 1 de junio de 1967.

       »Yo regresé a mi puesto, en el "emplazamiento cuatro", y llamé al "emplazamiento seis". Así supe que el radar del seis también había dejado de funcionar, como le ocurrió al nuestro. Todo sucedió durante la presencia de los tres objetos. Naturalmente, el lanzamiento fue suspendido. Tres días después llegaron los de la Marina y se llevaron al perro y a la totalidad de los animales... Dijeron que tenían enfermedades peligrosas, en especial las cabras... Al pobre Squib lo metieron en una jaula. Nunca más volvimos a verlo. El perro se pasó tres días sin querer comer. Yo, junto con el piloto del helicóptero y los expertos en radar, así como el jefe de la base, fui despedido...

Madrid, 1 de junio de 1967

< Situación de Cuatro Vientos, a escasa distancia del palacio del Marqués de Valderas.

¿De nuevo la «casualidad»? No lo creo. En abril de 1996, las pesquisas sobre los supuestos «ummitas» me llevaron hasta Manuel Rubio, un excelente pintor. Él vivió el famoso avistamiento de San José de Valderas, pero a las 11.15 de la mañana. Ésta es la primera vez que su testimonio sale a la luz pública (casi cuarenta años después). Esto fue lo que me contó: «Por aquel entonces yo trabajaba como delineante en Aeronáutica Industrial, S.A., en Cuatro Vientos, muy cerca de San José de Valderas. Era un jueves. Hacia las once, siguiendo la costumbre, salí de la oficina para tomar un bocadillo. Al regresar, poco más o menos a los quince minutos, lo vi inmóvil, a unos cincuenta o sesenta metros sobre el campo de vuelo. Como puedes imaginar, me quedé perplejo. Era un objeto redondo, de unos diez o doce metros de diámetro, de un color plomizo. Se hallaba inclinado, ofreciendo la panza. Y así se mantuvo todo el tiempo. Esa panza -supongo- se presentaba más oscura, de color plomo, al quedar en la sombra. El perímetro del objeto, en cambio, era brillante. La verdad es que lo contemplé a placer. Calculo que podía estar a medio centenar de metros, aproximadamente, de donde me encontraba. No hacía el menor ruido. Eso me impresionó. Y allí continuó un largo rato. Como mínimo, un cuarto de hora. Después, siempre en silencio, se alejó a una velocidad incalculable. Y lo hizo hacia el poblado de San José de Valderas. Fue visto y no visto. Ningún aparato humano podría desarrollar una velocidad semejante. La base o la panza era lisa. En ningún momento llegué a ver la parte superior, y tampoco la "H" que aparecía en las fotos de la prensa. Al día siguiente, el periódico recogía una información sobre un ovni que había sido visto y fotografiado en las cercanías del castillo de Valderas. En mi opinión, el objeto fotografiado y el que yo vi eran casi idénticos. Lo único que no acerté a observar, como te decía, fue ese extraño símbolo en la panza. Y me alegré de que otros también lo hubieran visto. Como puedes imaginar, cuando lo comenté en la oficina, nadie me creyó. Nunca supe si otros compañeros lo habían visto. Imagino que sí, porque allí trabajaban dos mil personas. Si te digo la verdad, tuve una extraña sensación. Mientras contemplaba el objeto me sentí observado...

»Aquello, sin la menor duda, era algo de otro mundo e inteligentemente manejado.»

                

Manuel Rubio, testigo de la presencia de un ovni el 1 de junio de 1967, pero a las 11.15 horas de la mañana y muy cerca de San José de Valderas (Foto: Blanca Rodríguez.)

"El ovni se mantuvo siempre inclinado y a unos treinta grados sobre el horizonte." (Foto: Blanca Rodríguez.)

 

Posición del ovni sobre el complejo industrial próximo a Valderas. (Dibujo: Manuel Rubio.)

Cuenca, 1 de junio de 1967

Hacia las cuatro de la tarde, la totalidad del pueblo de Huete, en la provincia de Cuenca (España), pudo observar un objeto similar a un disco, muy brillante y silencioso. Parecía aluminio. Al día siguiente, la prensa de Madrid habló de un objeto que fue visto y fotografiado en San José de Valderas. El caso me fue relatado por el padre dominico Aureliano de la Fuente, testigo directo del avistamiento. Según los investigadores y periodistas, el objeto de Valderas fue visto hacia las 20.20 horas de ese jueves, 1 de junio de 1967; es decir, unas cuatro horas después de la observación desde Huete. El religioso guardó el asunto en secreto durante treinta y dos años.

El padre Aureliano, durante un encuentro, aparentemente casual, en América, con el investigador J.J. Benítez.

San José de Valderas, 1 de junio de 1967

> Emilia García Carrasco, testigo del ovni de San José de Valderas (Madrid).

Las primeras noticias sobre Emilia García Carrasco aparecieron en Un caso perfecto (p. 193 y ss.). En dicho libro (editado en 1969), Emilia hablaba de un objeto, observado hacia las ocho de la tarde y en las proximidades de uno de los castillos de la citada colonia de Valderas, al suroeste de Madrid. Se trataba, en efecto, del célebre 1 de junio, jueves. Posteriormente, que yo sepa, la mujer fue entrevistada por el doctor Jiménez del Oso y por Antonio Luis Moyano. En febrero de 2004 tuve la oportunidad de conversar con ella en su domicilio. Las pa­labras de Emilia fueron prácticamente idénticas a las pronunciadas hacía treinta y seis años. La mujer recordaba muy bien lo ocurrido aquella tarde: «Acababa de cumplir doce años. Los hago el 30 de mayo... Recuerdo que estaba en el colegio, haciendo gimnasia con unas compañeras. Yo, en aquella época, me sentía algo gordita y, por las tardes, aprovechaba para hacer ejercicio... Y a eso de las ocho, cuando oscurecía, salí hacia mi casa, en San José de Valderas. Mis amigas vivían en Alcorcón, y yo, como siempre, regresaba sola, a pie. Entonces vi aquella luz, por encima del pinar. Estaba quieta. Era anaranjada. No oí ningún ruido... Fue algo extraño. ¿Cómo podría explicarle? Yo caminaba decidida hacia mi casa cuando, de pronto, sentí algo raro. Era como si alguien me estuviera observando. Entonces me volví y vi la luz sobre el bosquecillo. Me quedé contemplando aquello durante unos minutos. Estaba asombrada. El objeto tenía una "cosa" como pintada. Parecía una letra china. Después me entró miedo y salí corriendo... Algún tiempo después se presentó en el colegio un señor, con una grabadora. Elena, la directora, fue clase por clase, preguntando si alguien había visto algo raro. Fue entonces cuando lo dije...»

       Al mostrarle una de las imágenes del ovni de Valderas, Emilia asintió. «Es el mismo, y la misma "H", aunque lo que yo vi tenía más luz.» Y me pregunto: si el ovni de San José de Valderas fue un montaje, como asegura Jordán, ¿por qué se molestó en buscar y entrevistar a personas como Emilia García Carrasco?

Camino seguido por Emilia García Carrasco a su salida del colegio de religiosas "Amor de Dios". El ovni se hallaba sobre un pequeño pinar, a unos quinientos metros de la testigo. "Fue como si alguien estuviera observándome." (Cuaderno de campo de J.J. Benítez.)

San José de Valderas (Madrid), 2 de junio de 1967

      Tuve la fortuna de conocer a Paquita Jiménez en los primeros meses de 2004. Lo observado por esta mujer en la colonia de Valderas ha permanecido inédito durante treinta y siete años. Sólo ahora, y merced a las asombrosas piruetas del Destino, aparece a la luz pública.

     «Fue de madrugada. Entre las dos y las tres. Me encontraba en casa, en compañía de mis tres hijos pequeños. Mi marido se hallaba fuera de Madrid. Nosotros vivíamos entonces en San José de Valderas, en la calle Redondela. Recuerdo que hacía calor y me asomé a la ventana. Era un cuarto piso. Fátima, una de las niñas, estaba mal. Me encontraba haciendo tiempo para darle el antibiótico. Y en eso, acodada en la ventana, observé una luz que se aproximaba por la derecha. Me llamó la atención. Volaba muy bajo. Conforme fue acer­cándose, comprendí que se trataba de algo extraño. No era un avión, ni nada parecido. Mi marido es piloto y estoy acostumbrada a los aviones... Se situó frente a la casa y allí permaneció un tiempo. Era como una gran naranja, cortada por la mitad. Giraba sobre sí mismo y desprendía una luz dorada. También vi otras luces verdes o azuladas. Emitía un sonido sordo y apagado, como el zumbido de un motor. Al girar se distinguían unas líneas. Eran como divisiones verticales... Yo miraba a la calle, tratando de localizar a alguien que confirmara lo que veía. El lugar, sin embargo, estaba desierto. Y seguí observándolo durante algunos segundos. Podía estar a cincuenta metros, más o menos, y a cosa de dos metros del suelo. Pensé que había tomado tierra, aunque no lo puedo asegurar. Siempre lo vi por la parte superior. Siempre estuve por encima del objeto. Después, lentamente, se desplazó hacia la izquierda y desapareció por detrás del edificio. No sentí miedo, aunque hubo un momento en el que noté que estaba siendo observada. Recuerdo que hice un gesto instintivo, echándome un poco hacia atrás. Después me acosté y ya no recordé nada de lo ocurrido No consigo saber qué sucedió. ¿Por qué se me borró de la mente? Fue días más tarde cuando, súbitamente, me vino a la memoria y se lo conté a mi marido. Algún tiempo después, por otro compañero piloto, supimos lo sucedido en las proximidades del castillo del marqués de Valderas. Yo he visto esas fotografías y puedo asegurarle que lo que vi no era igual. Nunca pude ver la parte de abajo y, por tanto, no sé si llevaba ese emblema...»

        

Trayectoria seguida por el ovni y punto de observación de la testigo, en la colonia de San José de Valderas (Madrid).

Paquita Jiménez, otro testigo inédito en el caso Valderas. (Foto: J.J. Benítez)

 

¿Ovni aterrizado en Valderas? El 12 de junio de 1967, la revista italiana Gente (número 28) publicó la siguiente noticia: "Madrid, junio. Un disco volante aterrizó en los alrededores de Madrid y, después de recoger a algunos hombres, volvió a partir a elevadísima velocidad. Así lo han declarado los hermanos Román y José Arribas, que asistieron a la escena ocultos en una espesura de arbustos." La testigo, Paquita Jiménez, no vio hombres, pero sí una nave muy próxima al suelo. (Ilustración: J.J. Benítez.)

 

1 de junio de 1967. Varios objetos no identificados, prácticamente idénticos, fueron vistos al suroeste y este de Madrid entre las once de la mañana y las tres de la madrugada del día siguiente.

Canadá y Australia, 23 y 24 de agosto de 1967

Hacia las cuatro de la madrugada, Stanley Moxon conducía su vehículo por la carretera 15, en las cercanías de Joyceville, en Ontario (Canadá). Era el 23 de agosto de 1967. De pronto vio un objeto, «tan grande como una casa», que apareció en el cielo nocturno y se dirigía al campo. «Era muy brillante -aseguró-, con una luz tan intensa que todo, a mi alrededor, se hizo de día.» La nave tomó tierra cerca del automóvil y el joven Moxon vio a tres seres que salieron de la misma. «Me quedé quieto, en el interior del coche, con las luces apagadas, observando muy atento. Jamás había visto una cosa igual. La nave y los seres estaban a unos doscientos o trescientos metros. Eran unas personas pequeñas, de un metro de estatura, aproximadamente. Parecían blancos, con algo en las cabezas, como burbujas. Se dedicaron a recoger plantas y tierra.» Moxon encendió las luces para verlos mejor y, en ese instante, los tripulantes regresaron a la nave. Al poco, el objeto desapareció. Según el testigo, era similar a un bol boca abajo, sustentado por tres patas. Moxon sólo oyó un zumbido.

El hecho fue denunciado a la policía de Smiths Falls. Cuando los agentes acudieron al lugar, hallaron zonas quemadas y tres huellas que correspondían a una presión de cincuenta mil kilos. Moxon fue interrogado por las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. Los militares le «recomendaron» que no hablara del incidente...

    Al día siguiente, 24, a las 17 horas, un hombre cuya identidad no ha sido revelada se dirigía en moto hacia la ciudad de Melbourne, en Australia, a miles de kilómetros de Canadá. Una luz azulada lo envolvió cuando circulaba a cien kilómetros por hora. El hombre detuvo la motocicleta, se quitó las gafas y, tras frotarse los ojos, descubrió a su izquierda un objeto en forma de disco. Se hallaba a treinta metros de distancia y a poco más de un metro sobre el terreno. Era como dos platos soperos unidos por los filos exteriores, con un diámetro aproximado de diez metros. La mitad superior era plateada, con una cúpula. La inferior era oscura, con un emblema o insignia en la panza, que no llegó a descifrar en su totalidad debido a la curvatura de la nave. Él cree que podría tratarse de una «H». En esos momentos pasó un automóvil pero no pudo detenerlo. Al mirar de nuevo hacia el objeto, descubrió dos figuras, de pie, por delante del disco. Eran humanos. Vestían sendos trajes, muy ajustados, de color plata, que les cubrían del cuello a los tobillos. Sobre las cabezas llevaban unos cascos similares a peceras. Los seres tenían entre 1,50 y 1,60 metros de altura.

       «Nos miramos durante un minuto. Después me decidí a dar un paso hacia ellos. Los dos seres hicieron lo mismo. Seguimos mirándonos en silencio, quizá otro minuto. Entonces, uno de ellos alzó la mano y me saludó. Sentí tanto miedo que salté sobre la moto y escapé. Iba a más de cien millas por hora cuando oí un zumbido. Tuvo que ser muy fuerte para oírlo, entre el ruido de la moto y del viento. Miré hacia atrás y vi de nuevo el objeto. Me seguía a unos treinta metros del suelo y a poco más de cinco o seis de la motocicleta. Aparecía rodeado de un color rosado. Comprendí que no podía escapar, así que me detuve y traté de hallar un lugar donde esconderme. La nave estaba inmóvil. El zumbido había desaparecido. Así permaneció medio minuto, más o menos. Entonces empezó a cambiar de color y pasó del rosa al rojo brillante. Después salió disparada a una enorme velocidad. Puedo asegurar que pasó de cero a cinco o seis mil kilómetros en un instante, sin aceleración... »

Galicia (España), 7 de agosto de 1968

Aunque el presente avistamiento se registró en la tarde-noche del 7 de agosto, la primera noticia apareció el día 12 en el diario Amanecer, de Asturias. Después se difundiría por el resto de España. He aquí un resumen de lo publicado en la prensa: «Un representante de artistas, residente en Barcelona y que recorre actualmente Asturias, afirma haber visto un misterioso objeto volante cuando, en unión de un conjun­to musical, hacía un recorrido entre las villas gallegas de Betanzos y Villalba. Don Pedro Pablo Barrios dice: "Ocurrió el pasado día 7, precisamente al entrar en un tramo de la carretera que no está asfaltado. Pude ver claramente cómo un objeto lleno de luz comenzaba a elevarse y a girar sobre nuestro vehículo para tomar la dirección que nosotros llevábamos."

»El señor Barrios insiste en que estuvo a punto de no contar nada de esto porque estaba seguro de que muy pocos lo iban a creer. "Sin embargo a mí se me puede dar el mismo crédito que se da a todas esas gentes que en otras partes del mundo afirman haber visto platillos volantes."

»Afirma el testigo que pudo ver perfectamente el vehículo y, para describirlo, dice que tenía la misma forma que tienen los platillos volantes, de los que ya se ha hablado en reiteradas ocasiones: "Pude distinguir -dice- perfectamente un signo que llevaba en la parte baja, muy parecido a una 'H' mayúscula. De la parte lateral salía una especie de antena que entraba y salía en el aparato. Iba rodeado de una luz vivísima y al cabo de unos segundos se elevó y desapareció."

          

Pedro Pablo Barrios, en 1968. (Cortesía de las familias Barrios-Montes.)

Trece meses después del célebre ovni de San José de Valderas, otros testigos vieron un disco con un "H" en la base cuando circulaban por Galicia. (Cuaderno de campo de J.J. Benítez)

      »El señor Barrios afirma también que muy próximo al lugar de donde salió el "ovni" había un labrador con un carro de bueyes, y unos metros más allá, unas mujeres que al ver el artefacto volante se arrojaron al suelo. "Durante esos kilómetros en que fue volando a baja altura, fue mucha gente la que pudo darse cuenta de su presencia. Digo todo esto para que sirva de aval a mi declaración" (Cifra).»

Treinta y cinco años después de aquel encuentro, Pedro Pablo Barrios me concedió una entrevista, rememorando lo sucedido. Sus palabras, como en el caso de los anteriores testigos, fueron similares a las pronunciadas en 1968. Barrios recordaba la nave y, en especial, la «H con tres patas», como él la describe. El objeto se aproximó al automóvil en dos ocasiones. Por uno de los costados se apreciaba algo parecido a una antena. También vio dos pilotos luminosos en los extremos del disco. Durante unos minutos detuvo el coche en el filo de la carretera, observando el objeto. Era totalmente silencioso. «Fueron unos momentos terribles. La sensación fue de impo­tencia. Después, al alejarse, otros vehículos pararon y comentaron lo que habían visto...»

Al mostrarle las fotografías del ovni de Valderas, Pedro Pablo Barrios reconoció que era el mismo objeto y la misma «marca» o símbolo en la «panza». «No sabría decirle si estaba pintada, aunque destacaba con claridad.»

A raíz de este avistamiento, el señor Barrios fue testigo también de otros «acontecimientos» a los que me referiré en su momento (espero). 

San Vicente del Raspeig (Alicante), 27 de mayo de 1977

El protagonista principal de la presente historia fue Luis Jiménez Marhuenda, escritor, guionista, técnico de programación de radio y televisión y ex director de Radio Santa Isabel de Fernando Póo y de Radio Ecuatorial Bata. Luis fue otro de los receptores de los supuestos escritos «ummitas». En la fecha señalada (mayo de 1977), Jiménez Marhuenda dirigía y presentaba en La Voz de Alicante un programa sobre ovnis y misterios en general: «A media voz.»

El día 25 de mayo del citado año, Luis recibió en su domicilio, en la calle San Juan, en San Vicente, una carta matasellada en Correos de Alicante. No presentaba remitente. Estaba escrita a máquina y decía textualmente:

Señor Jiménez: Le ordenamos que deje de interferir en nuestras relaciones con los habitantes de su planeta, no sabemos si usted es consciente del daño que está haciendo.

Como prueba de nuestra presencia, le ofreceremos una señal luminosa en el cielo, que podrá comprobar desde su propio domicilio en la medianoche del próximo 27 de mayo.

    Si posteriormente no se retracta de sus declaraciones, nos veremos obligados a estudiar «su caso».

    10.0100.10

< Luis Jiménez Marhuenda (izquierda), junto a Rafael Farriols, en el congreso sobre "Ummo", celebrado en Alicante en marzo de 1980. (Foto: J.J. Benítez)

Como es natural, el periodista lo consideró una broma. Tuve la fortuna de conocer a Luis, y creo no equivocarme cuando afirmo que era una persona respetuosa con todo y con todos. Difícilmente podía haber lastimado a nadie, y mucho menos públicamente. Aun así, Jiménez Marhuenda revisó sus programas de radio, tratando de averiguar dónde había estado el fallo. «Algo, quizá, molestó al anónimo remitente de la carta.» Efectivamente, Luis no encontró nada ofensivo. Como única y remota posibilidad aparecía el hecho de comentar y difundir en las ondas el fenómeno de los «no identificados». Como es bien sabido, hay mentes obtusas que, amén de negar por negar, cocean cuando alguien plantea la realidad extraterrestre. «Recuerdo que, semanas antes de ese 25 de mayo, en una de las emisiones de mi programa, sugerí una nueva alerta ovni, tal y como habíamos llevado a cabo en noviembre de 1975. ¿Fue esta idea la que pudo molestar al anónimo comunicante?» En aquella oportunidad, como insinuaba Luis, el programa «A media voz» llevó a cabo una experiencia de intento de contacto con ovnis que resultó un éxito indiscutible. Pues bien, al poco de comentar en la radio la posibilidad de este segundo intento de conexión con los tripulantes de los ovnis, Jiménez Marhuenda recibió la mencionada carta.

Sea como fuere, y aunque la misiva de marras no parecía trigo limpio, el periodista puso el asunto en conocimiento de algunos de sus amigos más íntimos. Todos estimaron que no se perdía nada por estar atentos esa noche del 27 de mayo, viernes. Y así fue. Un total de once personas se reunieron en el domicilio de Jiménez Marhuenda, en San Vicente del Raspeig. En mi poder se encuentran las identidades de todos ellos, aunque no considero oportuno darlas a conocer, de momento. Y a las doce de la noche apareció en el cielo un objeto color fuego que cruzó el firmamento de este a oeste. El ovni, totalmente silencioso, permaneció a la vista de los asombrados testigos por espacio de cuarenta segundos, aproximadamente. Había luna y algunas nubes, que se desplazaban de norte a sur. Al día siguiente, el diario Información de Alicante informaba sobre un extraño objeto que fue visto por numerosos testigos, justamente en la zona de San Vicente. Uno de ellos, encargado de una gasolinera, declaró haber observado una intensa luz cerca del suelo. Cuando los investigadores llegaron a la zona se encontraron con un círculo de tierra quemada, de unos seis metros de diámetro. Aunque en la hierba y la tierra no se detectó radiactividad, los dedos de Luis, con los que había tomado las muestras, sufrieron una alteración dermatológica, similar a una quemadura.

Primera página del diario Información de Alicante, con la noticia del ovni sobre San Vicente del Raspeig.

Página Siguiente >

 

www.jjbenitez.com ©